POR RICARDO ENCINAS
Las historias se cuentan con anécdotas, con textos, con fotos, con videos, con recuerdos y a veces con la imaginación. Las historias también se cuentan con bordados, con vestidos y tocados; con flores y con platos de comidas, en viajes y a carcajadas.
¿Qué historias hay detrás de las prendas que visten tu cuerpo? ¿Qué intenciones hay en quienes las piensan y les dan forma?
Una sonrisa: cuando la vimos salir con el vestido puesto y ese bustier bordado por ellas que lo veían por primera vez en esa coalición de pensamientos, fuerzas e historias. Una unión de culturas e intenciones diversas que llenaron sus ojos de lágrimas y dibujaron en sus bocas la sonrisa más sincera, como de la niña que se columpia en el ensueño.
Lydia Lavín trabaja con artesanos, pero sobre todo artesanas, mujeres artistas, guerreras; sus directoras de taller, costureras, asistentes, practicantes y estudiantes que, en su mayoría, son mujeres. No creo que eso sea intencional; es natural. Yo me considero un mero estudiante u espectador-admirador. Los hombres que trabajamos con Lydia no tenemos miedo a lo femenino; lo abrazamos y celebramos.
Al estar dentro de ese taller con ustedes me sentí verdaderamente privilegiado. Observar y capturar con la cámara, desde la curiosidad y el respeto, cómo en cinco minutos ya eran amigas de confianza y cercanía. Como una familia, una maquillaba a la otra mientras le acomodaba el tocado, las manos, las flores y sonrisas por todos lados.
Cuando todo tiene coherencia y sentido no hay mucho que acomodar, encontraban su lugar solas, como en esa foto que me llena de inspiración. Verlas a ustedes juntas, mujeres artistas de lo colectivo, del grupo, de la manada, de la familia de la hermandad; artistas de la historia, de la cultura y de México.