noviembre 18, 2022

Hijas de la Lluvia

Por Montserrat Messeguer Lavín
Hijas de la Lluvia

En las raíces de la marca Lydia Lavín se encuentran el amor por los textiles de las diversas comunidades indígenas mexicanas y la convicción de su importancia como bienes culturales. La marca nació, creció y continúa hoy en día de la mano de artesanas y artesanos de diferentes estados de la república, no solo con el fin de contribuir a preservar sus técnicas tradicionales, sino también con el de hacer su trabajo visible y valorado dentro de la industria de la moda mexicana. Para cada colección, la dirección de Lydia Lavín y sus colaboradores artesanos han tenido que reinventarse; y en ocasiones, nadar contracorriente.

Era el año 2014. Lydia Lavín y Montserrat Messeguer habían trabajado por meses en el diseño de la colección “Hijas de la lluvia”, que se presentaría en el Mercedes Benz Fashion Week de ese año. Inspirada en la mayor fuerza de la naturaleza, esta colección estaría compuesta por diseños con bordados y textiles de comunidades nahuas de los estados de Puebla y Guerrero. Durante la temporada de producción, fuertes lluvias azotaron gran parte del territorio mexicano. La comunicación entre la Ciudad de México y los estados de las artesanas se vio obstaculizada. En Guerrero, las artesanas Fidelina y Alicia Hernández, de Zompeltepec; así como Rosa Tinoco y Lucía Ruiz, de Acatlán; hallaban dificultades para enviar sus productos a la Ciudad de México, pues los caminos y comunidades se encontraban afectados por las lluvias. En Atla, Puebla, la artesana Hilaria Gómez vivía una situación similar. Algunas de ellas incluso vieron sus casas afectadas. La naturaleza dual de la lluvia, que puede ser tan benigna como devastadora, había sido una de las principales inspiraciones para “Hijas de la lluvia”. Ese prodigio de la naturaleza que había dado origen a la colección se había convertido también en un obstáculo para la misma. Durante semanas, hubo incertidumbre: a causa de los retrasos, no sabían si iban a poder terminar las prendas a tiempo para la pasarela.

Pese a las dificultades, y gracias al esfuerzo de artesanas, diseñadoras y trabajadoras textiles, “Hijas de la lluvia” pudo terminarse a tiempo para la Mercedes Benz Fashion Week. Las dificultades que las realizadoras experimentaron para llevar a término la colección volvían mucho más grande el orgullo que sintieron al verla finalizada. Para Lydia y Montserrat, era muy importante poder compartir con las artesanas la presentación de sus textiles; mostrar ante los asistentes el producto de meses de trabajo en conjunto. Todas ellas, así como el artesano huichol Totupica, quien colaboró con piezas de chaquira junto con el investigador de la UNAM Luis Equihua, fueron invitadas a la pasarela.

El día tan esperado, Rosa, Lucía, Fidelina, Alicia, Hilaria y Totupica llegaron a Campo Marte en punto de las 12 horas. Sin embargo, en la puerta del backstage se les negó la entrada. Lydia Lavín cuenta: “Cuando nos dimos cuenta que esto pasaba fuimos a hablar con los directivos de MBFW y tuvimos una enfrascada discusión con ellos, quienes nos decían que no iban a permitir que ellos se presentaran, que no se iba a ver bien que estuvieran en la sala y que en mi contrato no estaba permitido más que nuestra presentación.” Ante este innegable acto de discriminación, la diseñadora indicó que ellas eran sus invitadas de honor, por lo cual tenían derecho no solo a pasar, sino a sentarse en la primera fila. Así fue como finalmente se les permitió el acceso. “Montse y yo acordamos con ellas y con el artesano Totupica, que venía de la sierra de Jalisco, que se sentarían en esos lugares y que cuando les hiciéramos la seña, ellos se pondrían de pie y se subirían a la pasarela.” Y así fue. Al final de la presentación de los diseños, las diseñadoras salieron a la pasarela. Tras la seña acordada, las artesanas se pusieron de pie y se les unieron al frente de las modelos. Entonces el público se puso en pie, desbordado en aplausos.

Para Lydia Lavín, fundadora de la marca, éste fue uno de los momentos más inspiradores de su carrera, pues no solo sentó un precedente para sus futuras participaciones y campañas, en las que el reconocimiento de las y los artesanos sería una parte indispensable; sino que también fue un importante acto en contra de la discriminación que las artesanas habían sufrido a su llegada al evento, un símbolo de que los textiles de las comunidades indígenas tienen cabida dentro de los más prestigiados eventos de moda de México y del mundo, y de que las y los artesanos merecen todo el reconocimiento por su trabajo. Si los bordados integrados en los diseños de la colección iban a merecer el aplauso de los asistentes, con mucha más razón lo merecían las personas que los elaboraron.

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